Para abrir un debate amplio y desprejuiciado
«Para abrir un debate amplio y justificado» se trata de una reflexión de suma actualidad elaborada por el que podríamos considerar uno de los más destacados pensadores marxistas argentinos de la segunda mitad del siglo XX. A treinta años de su divulgación, sus preguntas, interpelaciones e inquietudes le caben tanto al Partido Socialista (PS) como a aquellos grupos socialistas que todavía se encuentran enlatados en su propia ortodoxia. Pero además, los avatares de su publicación describen muy bien la chatura intelectual endémica que atravesó a la mayor parte del socialismo argentino desde los años 70s.
Por: José Arico / Arte: Hugo Orlandini

Políticamente correcto, 2023. Hugo Orlandini. Escultura. Madera, goma, metal 18 x 25,5 x 24,5
En este segundo número de la Revista Sagitario, concentrado fundamentalmente en el diálogo entre la tradición socialista y el republicanismo-demócratico, consideramos que se genera un contexto especial para compartirles el breve, pero sugerente artículo de José “Pancho” Aricó.
“Para abrir un debate amplio y justificado” se trata de una reflexión de suma actualidad elaborada por el que podríamos considerar uno de los más destacados pensadores marxistas argentinos de la segunda mitad del siglo XX. Aricó inició su militancia en el Partido Comunista de Villa María (Córdoba). Bajo la influencia de la cultura de izquierda italiana, tradujo tempranamente a Antonio Gramsci. Luego, fundó la mítica Pasado y Presente con otros destacados jóvenes intelectuales de izquierda, acción que le valdría su expulsión del PC. En los años sesenta y setenta, hasta su exilio, el colectivo de Pasado y Presente dialogó con toda la cultura de su época (del maoísmo a Althusser, de Agosti a Montoneros) y con el pensamiento más refinado del marxismo clásico (Gramsci, Korsch, Grossman, entre otros).
Con su exilio, quizá por el diálogo con la cultura del socialismo de izquierda inscripta en las editoriales FCE y Siglo XXI, Aricó revisó sus posiciones y comenzó un paulatino acercamiento al pensamiento de Juan B. Justo, fundador del socialismo argentino. De ese acercamiento, surgirá su trabajo La hipótesis de Justo, probablemente el mejor trabajo teórico político sobre los inicios del socialismo argentino. Ese acercamiento continuará ya en su vuelta a Buenos Aires al fundar el Club de Cultura Socialista y la revista La Ciudad Futura, junto a Juan Carlos Portantiero y Jorge Tula. Estos últimos participarán en los 90s en las listas de Unidad Socialista de Ciudad de Buenos Aires al punto que Tula fue concejal por un año por ese espacio.
El texto que presentamos a treinta años de su divulgación es sumamente enriquecedor. Sus preguntas, interpelaciones e inquietudes le caben tanto al Partido Socialista (PS) como a aquellos grupos socialistas que todavía se encuentran enlatados en su propia ortodoxia. Pero además, los avatares de su publicación describen muy bien la chatura intelectual endémica que atravesó a la mayor parte del socialismo argentino desde los años 70s. Alfredo Bravo y su corriente dentro del socialismo argentino, de la cual Jorge Tula era miembro, constituían la excepción al estar en diálogo permanente con el Club de Cultura Socialista y gran parte de los intelectuales de izquierda. En aquel entonces, la mayoría de la conducción partidaria se caracterizaba por un acercamiento superficial e instrumental a la renovación ideológica que proponían distintos círculos de pensamiento.
En la actualidad, el panorama no ha mejorado, al contrario, es desolador. En el marco generalizado de la crisis de los partidos políticos, el PS agravó su tendencia a ser prácticamente un partido que orbita su estrategia a una provincia con cuadros burocráticos en búsqueda de cargos. La discusión interna no existe. Esto se traduce en la dispersión ideológica que va de la alianza con partidos de derecha, como el PRO o radicales en la gobernación de distintas provincias (Jujuy, Mendoza, CABA, Entre Ríos, etc), hasta alianzas con la izquierda (Río Negro) o acuerdos con el kirchnerismo.
¿Cuál es el programa del PS? ¿Qué país quiere construir? ¿Con quiénes piensa la frenética realidad? ¿Dónde están sus documentos? Nadie sabe. Sus portavoces en el Congreso Nacional parecen tener solo dos banderas: la lucha contra la corrupción y la defensa de los derechos civiles. Esos reclamos son legítimos pero muy pobres a la hora de pensar un programa actualizado para un partido nacional. Si el PS quiere continuar, en un mal calco y copia del socialiberalismo de sus hermanos europeos, debería ver los resultados de la claudicación. Con una debilidad mucho mayor, el PS debería advertir la obvia contradicción que implica considerarse socialista y estar aliado a partidos de derecha en casi todas las provincias y a nivel nacional. Tiempo al tiempo, pero se paga.
A fines de 2024, se lanzó un nuevo partido socialista: Unidad Socialista (US), espacio proveniente de distintas vertientes ligadas al antiguo socialismo argentino, escisiones del PSP o provenientes de la Confederación Socialista.
Si bien US tiene una mayor homogeneidad ideológica, al ser un partido nuevo debe presentar su perfil ideológico. ¿Qué es? ¿A qué aspira? Una vez más: ¿Cuál es su programa? ¿Cuáles son sus documentos? Principalmente, ¿cuál es su razón de ser? Todo ello, buscando evitar su riesgo, que no es otro que correr la misma suerte de la tradición socialista argentina en las últimas décadas: volverse un aparato electoral desperfilado ideológicamente y desconectado de las discusiones y las transformaciones de la sociedad. Es por todo esto que re-publicamos este manifiesto: Para abrir un debate amplio y desprejuiciado.
Grupo Sagitario
Para abrir un debate amplio y desprejuiciado 1
Por José Aricó
Con motivo del 95 aniversario de la fundación del Partido Socialista en la Argentina, La Vanguardia (n9 1024, 27.6.1991) publicó una serie de tres artículos que a nuestro entender colocan en un plano concreto y muy poco ritual el problema de los nuevos desafíos que debe necesariamente asumir el socialismo para dejar de ser una cultura política en extinción.
Reproducimos aquí la contribución de nuestro co-director con la finalidad de evitar—como tantas veces ha ocurrido— que sus polémicas consideraciones caigan en el vacío y que, por el contrario, sean el punto inicial de un debate sobre la unidad de los socialistas que aún no se ha iniciado en este país.
Trataremos de facilitar a través de notas, intervenciones, reportajes y comentarios, un tratamiento público de un tema que sólo es discusión de pasillos. Estamos convencidos que sólo de este modo es posible avanzar en favor de una aspiración muy sentida por sectores democráticos y avanzados de la sociedad argentina, pero que no encuentra en los referentes políticos existentes la inteligencia, la voluntad y la generosidad que es menester para que una tarea como la que Juan B. Justo pudo encarar en éxito en 1896, y que nosotros no acertamos a librar de su encapsula casi un siglo después.
De todos modos no podemos dejar de reconocer la importancia que en estas circunstancias adquiere la decisión de la Unidad Socialista de abrir sus listas electorales en la Capital Federal a un grupo de militantes socialistas independientes entre los que se incluyen co-directores de LCF. Nos parece que esta generosa decisión de la US va en el sentido de las preocupaciones que desde el primer número de la revista venimos planteando y confiamos que sea un estímulo poderoso al debate que estamos propiciando. J.A.
En mi condición de socialista sin partido, no me siento obligado a dar ningún testimonio de fidelidad que me exima de analizar este problema en sus términos reales; es decir preguntarme si creo que del actual Partido Socialista, que cumple 95 años de existencia, puede surgir ese nuevo partido que los socialistas argentinos reclamamos. Debo confesar que no lo creo y que estoy convencido que una nueva formación política socialista, en condiciones de dar respuestas culturales, políticas y organizativas a las demandas de una sociedad —y de un mundo— en radical mutación requiere de adquisiciones teóricas y políticas y de un nivel de dirigencia que, hoy por hoy, el Partido Socialista dista de poseer.
En resumen, es posible la formación de un gran partido socialista; pero este no puede surgir simplemente de la renovación y de la ampliación del anterior. Debe ser pensado como una creación ex-novo y apelando a tradiciones, fuerzas políticas e intelectuales, movimientos y culturas que trascienden considerablemente el campo bastante estrecho en el que el socialismo llevo y lleva a cabo su labor.
¿Por qué pienso el problema de este modo? Porque la tradición socialista se ha consumado históricamente y hoy no admite ser reconstituida en los viejos términos. Lo prueba el hecho de que a 95 años de su fundación quien conmemora el aniversario es sólo una expresión disminuida de lo que otrora fuera una gran corriente política. El partido que a fines del siglo pasado contribuyó decisivamente a fundar Juan B. Justo dejó de tener funcionalidad política y cultural hace ya muchos años y lo que resta de él es más una herencia del pasado que una fuerza con espíritu innovador y gravitación en la renovación de la cultura política nacional.
Si se acepta esta premisa, y no veo cómo podría ser negada, el reconocimiento del agotamiento de una historia debe llevar necesariamente a la aceptación de dos direcciones de trabajo como posibles de ofrecer salidas a esta situación. Por una parte, a un esfuerzo cultural y político por desentrañar las características del presente y el porqué de los límites que frenan la expansión del socialismo. Por la otra, a asumir con valentía y audacia política una profunda reconsideración crítica del propio pasado. No por puro afán historiográfico, sino por hacerse cargo de la responsabilidad que le compete al PS respecto de ese pasado y de todas las consecuencias que de él se derivaron. Abandonar esa típica forma de soberbia que caracterizó al socialismo argentino y lo condujo a creerse depositario de una razón que los demás desconocían, es el modo más apto para admitir que el mundo ha cambiado profundamente en todos los sentidos y que los viejos programas deben enfrentarse con las nuevas exigencias de la revolución tecnológica.
Tal vez un mérito del socialismo argentino haya sido su permanente oposición al tipo de configuración económica y social que se inició en el país a partir de la crisis del ‘30. Su negativa a aceptar un nacionalismo económico exacerbado, en el que entreveía los peligros de un crecimiento desmesurado del estado y de formas de poder erosionadoras de una democracia política de la que siempre se presentó como su custodio, hizo del socialismo más una fuerza de contención que de innovación. En realidad, jamás formó parte inseparable de su tradición una cultura reformista digna de esa calificación. Hoy, cuando asistimos a la consumación de toda una etapa del capitalismo nacional que sentó las bases de la Argentina moderna, cuando resultan fáciles las críticas que podemos hacerle a la morfología concreta que asumió este proceso, no son pertinentes ni productivas las respuestas que nos retrotraen a soluciones imposibles o inadecuadas a los problemas complejísimos que emergen de un cambio epocal como el que atravesamos.

Tanto por su programa, como por su cultura política, el horizonte ideal de sus miembros, la característica de sus núcleos dirigentes y el modo en que construye su acción política, el PS no evidencia la presencia en su interior de fuerzas capaces de renovarlo y transformarlo en uno nuevo. Pero, planteadas las cosas de este modo, podemos retomar la pregunta inicial para encarar el verdadero problema. Si el PS no puede por sí mismo convertirse en el nuevo partido que propugnamos, ¿qué contribución puede dar a su construcción sobre otras bases y en qué medida está o no dispuesto a emprender ese camino? Creo que una respuesta lo más concreta posible a estas dos preguntas permitirían avanzar en un debate en la actualidad teórica y prácticamente clausurado (por lo menos, esta es la conclusión que extraigo de los avatares de la Unidad Socialista).
¿Qué contribuciones puede dar el viejo PS a la fundación de uno nuevo? En mi opinión, muchas y de distinto tipo. Sólo enumero algunas: la estructura de un partido nacional con asentamientos débiles pero extendidos en las distintas regiones del país; la vinculación con una tradición casi secular, que debe ser renovada pero que se ha fijado en la memoria colectiva de una parte de la población como una experiencia rescatable de organización de las clases populares: los valores de honestidad política y administrativa que los socialista pusieron de manifiesto en la gestión de poder, y que son tanto más valiosos en períodos de decadencia y corrupción moral pública como el presente; la vinculación con un movimiento internacional, sin el cual es hoy inconcebible una acción socialista nacional de cierta relevancia; la idea del socialismo como un movimiento constante que apunta a la democratización radical de la sociedad, de la economía y del Estado; el propósito de organizar a las clases populares para la consecución de estos objetivos; la ausencia de un estrecho espíritu nacionalista que cierre los ojos ante la realidad de un mundo cambiante.
No creo que todo esto sea suficiente, pero sin ello, no podría imaginarse siquiera el sueño de un partido nuevo. Pero, ¿en qué medida está dispuesto a dar esas contribuciones? Aquí se me presentan las mayores dificultades, por cuanto no observo cambios notables en el espíritu de autocomplacencia y de falta de una real y efectiva voluntad política, no sólo en su militancia —lo cual no es demasiado grave en la medida en que el PS debió superar una situación de casi extinción—, sino fundamentalmente en sus núcleos dirigentes. Y esto último sí es peligroso, porque es desde allí de donde deben necesariamente provenir los elementos de cambio y de innovación política capaces de poner en movimiento a un partido aletargado. Abrir audazmente la organización a los jóvenes, incorporar mediante una dilatación de sus adquisiciones culturales a capas intelectuales de filiación socialista, son requerimientos imprescindibles para encarar un camino de renovación que coloque al PS como un factor de decisiva importancia en la formación del nuevo partido.
Este horizonte de cambio aún no está presente en la organización que hoy conmemora su 95 aniversario. De la firmeza y de la voluntad con que se encare esta verdadera “mutación genética” del viejo partido, depende que el aniversario no sea un acto ritual y al servicio de las elecciones generales en puerta, sino el punto de inicio de una transformación efectiva.
Queda claro, por la hasta aquí expuesto, que me he limitado a plantear el problema desde la perspectiva del Partido Socialista Democrático. Sé que no es ésta la única; pero aprovechando una circunstancia favorable me he permitido expresar con toda franqueza, aunque también con simpatía por los esfuerzos que se están realizando en pro de la unidad del socialismo argentino, mis opiniones sobre temas que deberían merecer un debate amplio y desprejuiciado.
Código del artículo: 25002008