El capitalismo de Estado en Rusia

por Rodolfo Mondolfo

Archivo tomado de la revista digital Sociedad Futura www.sociedadfutura.com.ar (caída)

La revista inglesa Survey A Journal of Soviet and East european studies«) en su fascículo de enero de 1967, dedicado al tema Marxism Today, ha publicado un importante estudio de W. Jerome y A. Buick sobre el problema del capitalismo de estado en la Unión Soviética: «Soviet State capitalism? The history of an Idea». Los autores de esta reseña histórica distinguen tres corrientes socialistas que han considerado al régimen nacido de la revolución rusa como un capitalismo de Estado (muy diferentes, pues, de la pretendida realización del socialismo y de sus exigencias características):  1) Los marxistas ortodoxos; 2) Los comunistas de los consejos; 3) Los leninistas disidentes. En la corriente de los marxistas ortodoxos colocan- al lado del pequeño partido socialista Inglés procedente de la federación socialdemócrata de Hyndman y del teórico alemán Kautsky, de los austriacos Otto Bauer y Rudolf Hilferding, del.menchevique ruso Martov y otros más- también a los socialdemócratas italianos representados por la revista Crítica Social, quienes (dicen ellos) creen que la.nacionalización y planificación pueden constituir el socialismo solo si son asociadas con la democracia política, pero en cambio son separadas de ésta, constituyen un capitalismo de Estado.

Como esta alusión a más discusiones que se han desarrollado sobre el tema en la Crítica Social se refiere principalmente a mis estudios críticos, me parece oportuno agregar algunas observaciones a la diligente reseña efectuada por Jerome y Biuck, a fin de poner más claramente en evidencia el punto que considero esencialmente esta cuestión.

Hay que poner de relieve en primer lugar que, a pesar de las diferencias de orientaciones entre las tres corrientes (marxistas ortodoxos, comunistas de consejos y leninistas disidentes) distinguidas por los autores de este estudio histórico, todas ellas coinciden en interpretar el régimen soviético como un capitalismo de Estado, y que las razones parcialmente diversas, que en cada una da como fundamento de semejante conclusión, proceden todas esencialmente de exigencias reconocidas por el.propio Lenin, según señalan oportunamente Jerome y Biuck. Y no se trata tan solo-como sin embargo parece creer alguno de los críticos que ellos citan- de una consecuencia que pueda deducirse de las concesiones que hacía Lenin al capitalismo privado con la NEP y con los.ofrecimientos a los capitalistas extranjeros, sino de la propia tarea que el Estado Bolchevique se veía obligado a emprender, de efectuar él mismo aquella acumulación originaria del capital y aquel desarrollo industrial que había realizado en Occidente la burguesía, cuya eliminación  operada por el Estado Bolchevique ponía al mismo en la necesidad de reemplazarla en su función histórica

Sin.embargo, esta misma consideración llevó a la mayoría de los que han reconocido un capitalismo de Estado en el sistema ruso actual, a plantear el problema en una forma que consideraba sólo a la economía en sí misma, en su realidad objetiva concebida por sí misma, separada y aislada de toda consideración de los hombres en tanto sujetos humanos, con sus problemas y sus sujetos de humanidad. Acaso entre todos los críticos del sistema leninista examinados en.la reseña histórica de Jerome y Biuck, el que más se ha acercado a este respecto humano del problema, ha sido el primero de los leninistas Zinoviev, quien ha declaraba precisamente que su punto de partida estaba en las distinciones entre las varias formas de capitalismo de Estado hechas por Lenin.

Cito textualmente la síntesis del pensamiento de Zinoviev que dan Jerome y Biuck en su reseña histórica. «Zinoviev sostenía que al faltar una extensión mundial de la revolución, Rusia se encontraría cada vez más impulsada a desarrollarse en una dirección capitalista.  Su argumentación se fundamentaba en la consideración de las relaciones entre los obreros y la dirección del trabajo. La industria de Estado en la Unión Soviética no era socialista, sino capitalista de Estado. El socialismo significa mucho más que la nacionalización  de la industria: significa un cambio fundamental en las relaciones  entre hombre y hombre. La industria de Estado es explotadora, tal como la industria privada. El socialismo implica un cambio en las relaciones entre trabajadores y dirección industrial; los trabajadores deben tener en sus manos la llave de control de la dirección. Nuevos caminos deben encontrarse para defender a los trabajadores rusos contra la explotación ejercida por el Estado Ruso».

Hay que destacar que con toda la evidencia que merece la estrecha vinculación que existe entre el planteamiento efectuado por Zinoviev y el problema que los escritos juveniles de Marx colocaban las raíces de toda aspiración y exigencia socialistas: el problema del trabajo alienado y del hombre alienado, el problema de la superación de esa alienación. El socialismo se encuentra en las antípodas de toda alienación del hombre y del trabajo: donde existe semejante alienación, en cambio, debe hablarse de capitalismo, que es justamente la negación del hombre y su humanidad (unmenshliehkeit, según la expresión de Marx y Engels); negación que el socialismo quiero superar (aufheben) en la negación de la negación.

Ahora bien, es este el punto de vista desde el cual debe especialmente considerarse el problema de la clasificación del Estado soviético de Rusia y de todo el bloque comunista. No debemos colocarnos en el punto de vista de la organización económica considerada por sí misma, y de la formación de una nueva clase (la clase dominante de los burócratas) de la cual se han ocupado especialmente Milovan Djilas. Si se plantea la cuestión del sentido, brota el problema de las diferencias entre la clase burocrática que domina en el régimen soviético y la clase capitalista verdadera. La nueva clase controla sin duda los medios de producción nacionalizados, pero no tiene su propiedad (con derecho de herencia, de venta, etc), tal como lo poseen los capitalistas en el régimen de capitalismo privado, y para su subsistencia y para todos los.privilegios y lujos de los cuales puede gozar, depende de las retribuciones que recibe por sus actividades y funciones. Bajo este aspecto los burócratas son, ellos también, trabajadores asalariados (a pesar de su posición privilegiada) y no son capitalistas.

Es cierto que puede decirse con Djilas que «la burocracia estatal posee al Estado como su propiedad privado»; pero esto puede decirse para la burocracia como cuerpo colectivo, no para cada burócrata en particular, individualmente. De otra manera se tendría el capitalismo privado, no el capitalismo de Estado, al cual podría considerarse, en cierto modo, un capitalismo sin capitalistas.

Pero si bajo este aspecto la definición de «capitalismo de Estado» puede presentar problemas y dificultades, semejantes complicaciones dependen del hecho de haber planteado la cuestión desde un punto de vista que no es verdadero y esencial.

No es el problema de la clase dominadora, de los burócratas, aquel que debe fundamentar la diferencia y oposición entre socialismo y capitalismo, sino que es el problema de la clase dominada, del proletariado, del trabajo alienado y de la humanidad alienada, aquel que en esto es decisivo.

Ahora bien, la alienación del trabajo y del hombre mantiene su plena vigencia en la Rusia bolchevique dominada por una dictadura todopoderosa e inexorable, que no es del proletariado sino sobre el proletariado.

 A su organización no permanece ajena ni siquiera la imposición del trabajo forzado; en ella los consejos obreros no tienen las tareas de defensa y protección de los trabajadores, de conquista y progreso de sus derechos, -tal como tienen más organizaciones sindicales del capitalismo privado- sino solo la tarea de instrumentos del dominio del Estado sobre los trabajadores, individual y colectivamente.

Por eso la persistencia de la auto extrañación del trabajador -más dura e inexorable que bajo el capitalismo privado, ya que toda la organización del poder político y la potencia de sus instrumentos son utilizadas para.dominar material y espiritualmente los individuos y las masas- nos obliga a reconocer al régimen soviético el carácter de capitalismo de Estado.

Al plantear, pues, el.problema en el terreno decisivo de la situación del proletariado trabajador, sometido todavía en pleno (aún más que en el capitalismo privado) a la alienación del trabajo y del hombre, la caracterización del Estado soviético como un capitalismo de Estado ya no admite dudas o limitaciones; y contra tal persistencia de la alienación justamente se levanta la exigencia de reivindicación del hombre, que caracteriza al socialismo.

Archivo Sociedad Futura

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